
Los avances tecnológicos han conseguido que la infraestructura que necesitas para montar una asesoría hoy en día se reduzca a: (1) Internet, (2) un móvil, (3) un ordenador y (4) un programa contable.
No necesitas oficina porque puedes trabajar desde cualquier sitio y no imprimes para trabajar, ni tienes que mantener un archivo físico; reduces al mínimo tus desplazamientos porque copiar y pegar PDFs es todo lo que tienen que hacer tus clientes para mandarte los documentos; puedes contabilizar facturas y bancos de forma automática, y con un 100% de aciertos, etc…
Supón que lo que te acabo de contar es cierto (que lo es) y compara los costes que tendrías utilizando la tecnología con los que tienes en una asesoría tradicional, que necesita un local ocupado en el 80% por el archivo y el backoffice, que lo imprime todo para contabilizar, que requiere que te desplaces para poder trabajar, que dedica horas, horas, horas y más horas a manipular papeles, a grabar facturas y bancos a mano, etc…
Pero entonces, si la tecnología permite reducir un 75% tus costes de producción, ¿cómo es posible que la gran mayoría de asesorías y despachos siga trabajando como en el siglo pasado? La respuesta la da una teoría sociológica conocida desde 1962.